En el artículo anterior, introduje lo que son los cuatro pilares fundamentales de la salud física. Esos pilares, aún con los grandes avances de la medicina, no pierden vigencia en el tiempo. Lo más importante: están en tus manos. Es mucho lo que cada día, a través de tu forma de vivirlos, puedes hacer por ti y tu salud.
La salud es el tesoro más preciado y en este tiempo de pandemia, cobra mucho más importancia, la valoramos mucho más. Cómo mantenernos saludables, cómo mantener nuestro sistema inmunológico a tope y cómo mantener nuestro equilibrio y nuestro balance interno más allá de lo que pueda estar sucediendo, se torna prioridad.
El primer paso es la alimentación. Más allá de una tendencia en particular, cada una con un nivel de validez de acuerdo a las individualidades, hay aspectos fundamentales que son los que te voy a compartir.
Cada ser humano necesita encontrar cuál es la manera más adecuada para alimentarse (que probablemente es una combinación de varios estilos) y buscar cuales son los alimentos, los nutrientes más importantes, cuáles son aquellos que le sientan mejor.
No importa el estilo que elijas, hay principios básicos, aplicables y que siempre serán importantes. Por ejemplo, si llevas una alimentación basada en plantas, disminuir los refinados, el índice glicémico, siempre será importante.
Lo primero para empezar a alimentarte mejor es decidirlo. Sí, decidirlo, tener ya la decisión interior de “Yo quiero hacer el cambio.”
El primer capítulo de mi libro “El Camino a tu Salud R.E.A.L.” empieza con la frase: “Esto se trata de ti.” Eso quiere decir que tú tomas la responsabilidad, que es acerca de ti, que tu cuerpo es tuyo, es tu vehículo de expresión. Si nadie goza por ti, si nadie duerme por ti, pues nadie come por ti. Es una decisión madura y adulta tuya el hacer un cambio, el informarte, el aprender y convertirlo en algo prioritario para ti. Entonces, lo primero es tomar la decisión: “Yo elijo, yo decido”.
Esa actitud es completamente diferente a dejar en el otro lo que es tuyo e incluso asumirlo como víctima o como niña/o: “el médico me quitó tal alimento, me prohibió…” o “me dijo que no comiera…” Es una actitud infantil o de víctima.
Para llevarlo a nivel de estilo de vida, necesitas apropiarte y asumirlo, lo que no quiere decir que no busques ayuda. De esa manera será más fácil que conozcas tu metabolismo, tus tendencias, que te viene mejor.
Aquí te doy recomendaciones generales que puedes adaptar a ti. Y comienzo invitándote a revisar tu despensa, tu nevera y mires todo lo que almacenas. Así descubrirás cuantos alimentos tentadores, deliciosos y que a la vez no necesitas.
Lo primero es retirar todo lo inflamatorio: alimentos hechos de harinas refinadas, bollerías, galletas…La mayoría vienen empacados. Retira los cereales procesados, tienen un alto contenido de azúcar. Reduce, si no puedes prescindir del todo de los enlatados.
Elimina los jugos, sodas, refrescos embotellados, cargados de azúcares. También los condimentos procesados, saborizantes y colorantes artificiales, aceites refinados, para empezar. Revisa los contenidos de azúcares en los alimentos que compras (en un artículo anterior te comparto 100 nombres bajo los cuales se enmascara el azúcar). Disminuye los productos lácteos que también son altamente inflamatorios por los procesos a los que son sometidos.
Si vives con más personas que no han tomado la decisión que tú tomaste, te sugiero que delimites un rinconcito para tus alimentos, para aquello que tú sí quieres ingerir y anúncialo.
Yo sé que es más difícil hacerlo con los demás, pero también es importante respetar que cada uno tome la decisión en el momento en que la puede tomar. La tuya es ahora; entonces, comienza reservando el espacio donde vas a poner los nutrientes a los que le das prioridad. Seguro vas a ver que se va a reducir la cantidad de cosas que puedes tener porque para hacernos la vida fácil, en la vida moderna, nos hemos acomodado a lo que viene empacado, semi preparado, rápido…
A veces puede ser tentador volver a atrás. Hace falta más que consciencia y conocimiento, también un poco de voluntad para iniciar y poder sostenerlo.
Una vez que has limpiado la nevera y has sacado todo aquello que no quieres tener, haz una lista de esos alimentos que quieres comenzar a incorporar para sustituir lo que sacaste. Por ejemplo, si ya sacaste los refinados y procesados, agrega carbohidratos reales, naturales como las viandas, también llamados víveres. Muchos de ellos son tubérculos, raíces y que vienen de la tierra directo a tu cocina. Te menciono algunos: auyama o calabaza, bananas o guineos verdes, rulos, plátanos, batata, yautía blanca, amarilla, raíz de apio, tayota…Infórmate del balance que necesitas en tus macronutrientes e incorpora grasas saludables como el aceite de oliva, los aguacates, nueces; además, las proteínas vegetales o animales si las ingieres. Busca producto de la mayor calidad posible, con menos aditivos.
Aumenta el consumo de vegetales de bajo índice glicémico. Procura que por lo menos la mitad de tu plato sea de vegetales. Puedes alternar entre cocidos, al vapor, crudos; ojalá que también sean coloridos. Los colores nutren, dan energía y aumentan la fuerza y la vitalidad que tienen los alimentos. Entonces, que sea multicolor; usa los diferentes vegetales.
Ponle atención a la hidratación. Al sacar los refrescos y sodas azucaradas, sustitúyela por agua mineral, por aguas saborizadas de manera natural con frutas, especias, hierbas aromáticas (son muy fáciles de hacer y puedes encontrar algunas en este mismo blog en la sección de recetas).
Busca, hazte listados; consigue ideas también en internet, en libros, para que veas de cuanta variedad, de cuantos ingredientes te estas perdiendo. Es común que nos acostumbremos lo mismo.
Usa especias. Hay tantas especias ricas como el curry, el cardamomo, la canela, el anís estrellado, la nuez moscada…que te ayudan a darle un saborcito diferente, agregarle variedad para hacer que tu comida no solamente sea sana sino también que sea rica, divertida y que le aumentes el poder nutritivo.
Incluye alimentos como la cúrcuma, el jengibre, las algas, que no solamente dan sabor, sino que también tienen alto poder nutricional. Usa saborizantes y sasones naturales. Vuelve a la cebolla, al ajo, al cilantro o recaíto (como le decimos los dominicanos), al cilantro ancho, a todas esas plantas que le dan sabor a la comida de manera natural y evita esos cubitos que te hacen la vida fácil, pero que a largo plazo van dañando poco a poco tu sistema.
Esta propuesta inicial, que luego irás afinando, te introduce a fomentar un modo de comer con menos tendencia a la inflamación, con más aporte de energía y vitalidad, haciendo tu sistema inmunológico mucho más fuerte. Eso minimizará los detonantes de enfermedades crónicas que podrían estar latentes. Incluso te puede ayudar hasta en tu capacidad mental, mejorando tu concentración y tu bienestar general.
Yo solamente te estoy dando una idea para que puedas comenzar a hacer ese camino, esa ruta, hacia una alimentación más saludable, más empática con tus órganos. Esto, además, estimula la resiliencia de tus células y permite que tu organismo despierte y recupere o mantenta la capacidad de “rebalancearse”.