El número 40 se repite en muchos textos sagrados. Según narra la Biblia, cuarenta días y cuarenta noches estuvo lloviendo sobre la tierra en los tiempos del diluvio; cuarenta fueron los días que Jesús pasó en el desierto antes de iniciar su vida pública; Moisés guió al pueblo de Israel durante 40 años por el desierto hasta la Tierra Prometida y pasó 40 días de oración en el monte Sinaí antes de recibir las Tablas de la Ley.
No es casual que el bebé necesite de 40 semanas en el vientre de mamá para estar listo y salir a la vida y que sean 40 días los que la mujer necesite para que sus órganos vuelvan a la normalidad luego de parir.
El número 40 se ha asociado a “tiempo de preparación” y se ha visto como un tiempo simbólico que también da la oportunidad a nuestra psique de incorporar lo nuevo, que permite el cambio en la mente y en el cuerpo necesarios para avanzar, para asentar el proceso de nuestra transformación profunda y dar paso a ese ser renovado en la frecuencia vibracional buscada.
Todo esto parece muy metafísico, espiritual, sin embargo las neurociencias apoyan el concepto de cambio y de instalación de nuevos hábitos y patrones cerebrales en un tiempo semejante.
Antes se pensaba que el cerebro no podía cambiar y que incluso, no nacían más neuronas. Desde el año 1964 la neurocientífica Marian Diamond, descubrió la Neuroplasticidad. Gracias a esta capacidad sabemos que no estamos condenados a ninguno de nuestros patrones y que siempre tenemos la posibilidad de cambiarlos.
Al igual que aprendiste a montar a bicicleta o a dejar un hábito como fumar, puedes reprogramar tu cerebro para cualquier cosa que quieras conseguir. Cualquier hábito o rasgo emocional que se modele crea nuevas conexiones neurológicas. Estas se fortalecen con la repetición y práctica dando lugar a un nuevo hábito integrado.
Si te quedas en la misma rutina, no te beneficias de esta capacidad de reprogramación. Por el contrario, simplemente fortaleces los mismos circuitos neuronales, que te mantienen en los mismos comportamientos, creando la misma realidad.
Al igual que entrenas tus músculos, entrenas el cerebro
con aprendizajes diversos, exponiéndote a actividades
y conceptos nuevos por un tiempo determinado repetitivamente.
Cuando inicias una dieta o intentas deshacerse de un hábito como la adicción al azúcar o al alcohol y no lo consigues aunque lo intentes muchas veces, no quiere decir que tu plasticidad cerebral está afectada.
Todo hábito se puede reprogramar. Un hábito no es más que una conexión neuronal muy potente y el cerebro detesta tomar decisiones y por ende siempre va a privilegiar el camino de menor resistencia.
El camino de menor resistencia es aquel en el que las conexiones sinápticas ya creadas, son los caminos que has creado repitiendo y repitiendo un comportamiento. El cerebro no juzga, no hace diferencia entre buen y mal hábito, sólo se guía por esas conexiones. Si creas una nueva conexión, tienes ahí un nuevo hábito.
Cuando no consigues incorporar nuevos alimentos, una dieta diferente o cambiar rutinas que no te favorecen, definitivamente no tienes su plasticidad cerebral afectada. Más bien no has mantenido la disciplina durante el período suficiente para reprogramar, para que se convierta en normal en ti. Cuando eso sucede, ese nuevo hábito se convierte en el camino de menor resistencia.
Hay estudios que explican que se necesitan 21 días, otros dicen que hacen falta 40 días, para reprogramar en nuestro cerebro un nuevo hábito. Lo que es cierto, es que la repetición y paciencia son la clave. Por muchos motivos y pruebas que he hecho conmigo misma, elijo 40.
A menudo una ayuda para cambiar de hábitos es reemplazar el antiguo hábito por uno nuevo. Así, por ejemplo, reemplaza mirar el teléfono a primera hora al despertarte por darte un auto-masaje en la cabeza. De esta manera no creas un vacío, sino que más bien reemplazas y generas un hábito más saludable.
Solo por hoy, un día a la vez!
Y ahora mismo te invito a que inicies de inmediato con el cambio. Elije algo que estés convencido/a que necesites: tomar más agua (cuantifica cuanto), bajar el azúcar (ten en mente como hacerlo) reducir o dejar el alcohol, iniciar ejercicios físicos, meditar, etc.
Es importante que toda meta sea aterrizada con la práctica específica. Algo que te lleve a la acción y que luego puedas medir. También es importante que sea posible de acuerdo a tu realidad y condición actual. Por ejemplo, «comenzaré a hacer ejercicio» por «caminaré 30 minutos 4 veces por semana» o «iré a clase de pilates 3 veces por semana» etc.
En los próximos 40 días tienes una gran oportunidad de hacer un cambio de algo que te haya costado trabajar en ti. Tu proceso es individual, sin embargo cuentas con la energía de otros que inician ahora este camino junto contigo. Ese apoyo es valioso!
Otra sugerencia: pon una hoja en tu agenda, en una pared, un mural personal con 40 cuadritos. Cada día marcas uno, recuerda que es un día a la vez y tu lema es: “Solo por hoy”. Cada día es el momento importante. Evita pensar en el futuro y lo que te falta, recuerda que es solo por hoy!
Todos los días durante esos 40 días, que tus ejercicios mentales, tus ejercicios físicos y prácticas espirituales vayan en la dirección de sanar las memorias de dolor profundo, de limitación, de abandono, de separación, de carencia, de ira, miedo que se hayan improntado en tu cuerpo y que ahora necesitas soltar para dar un paso hacia adelante. Y si lo que necesitas requiere buscar ayuda individual, que buen momento para dar ese paso también. Aunque estoy segura de que desde ya es mucho lo que puedes hacer por ti que ya sabes!
Sé que puedes, este es tu momento!
Feliz y sentido inicio de la cuaresma. Un abrazo REAL,
Raquelina
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